Revista
biomédica,
ISSN: 2007-8447
Articulo Original
Eugenia del S. Guzmán Marín, Karla Y. Acosta-Viana,
Matilde Jiménez-Coello
Autor
para correspondencia
Copyright © 2016 por autores (s) y Revista Biomédica.
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http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/
La enfermedad de Chagas o tripanosomiasis
americana es una parasitosis ocasionada por el protozoario
hemoflagelado Trypanosoma cruzi (T.
cruzi), el cual es transmitido al hombre y a otros
mamíferos principalmente a través de insectos hematófagos de la
subfamilia Triatominae. Otras formas de transmisión
son la sanguínea, a través de trasplante de órganos, la vía congénita,
por accidentes de laboratorio y la vía oral.
En cuanto a la vía congénita se estima que, en
Latinoamérica, existen unos 2 millones de mujeres en edad fértil, con
capacidad para transmitir el parásito al feto. Así mismo, se ha
reportado que se infectan, al menos, 15,000 neonatos cada año en
Latinoamérica y 2,000, en Norteamérica (1).
Esta enfermedad, se encuentra ampliamente
distribuida en áreas endémicas de América Latina, sin embargo, en las
últimas décadas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reportado
un aumento en el número de casos en países europeos, Canadá, Estados
Unidos de América y otros algunos países del Pacífico Occidental, donde
actualmente ya se considera un problema de salud pública, debido a que
representa una carga económica por su prolongada cronicidad; éste
fenómeno es atribuido a la gran movilidad de las poblaciones endémicas,
hacia el resto del mundo. En cuanto al desarrollo clínico, la
enfermedad es considerada muy compleja, dado que va de una forma
asintomática hacia la sintomática, iniciando con una fase aguda que
puede prolongarse hasta dos meses posterior a la adquisición de la
infección, cursando asintomática en la mayoría de los casos.
Posteriormente, una gran proporción de pacientes entra a la fase
indeterminada o crónica asintomática, que puede transcurrir entre 5 y
30 años, con niveles de parasitemia prácticamente indetectables. En la
fase crónica, los parásitos se internan en las células de órganos como
corazón y sistema digestivo y, años después, pueden causar destrucción
del músculo cardiaco, causando insuficiencia cardiaca o muerte súbita
(2).
Es importante señalar que, en general, los
programas de control orientan las estrategias hacia el vector, dejando
al paciente infectado en segundo plano. De manera que, a más de 100
años de su descubrimiento por el Dr. Carlos Ribeiro Justiniano Chagas,
aún no se cuenta con el tratamiento ideal. Desde 1960 se cuenta con dos
medicamentos, benznidazol (bz) y nifurtimox (nf), ambos utilizados
principalmente para la fase aguda de la enfermedad, ya que son
efectivos en las formas extracelulares de T. cruzi
observadas en la fase aguda, sin embargo, su efecto es menor en las
formas intracelulares del parásito que se encuentran durante la fases
indeterminada y crónica. Así mismo, ambas drogas tienen efectos
colaterales adversos y, dado que se requieren largos periodos de
tratamiento con una eficacia variable es, en ocasiones, controvertida
su administración. Actualmente, de acuerdo a diversos estudios
científicos, la OMS reporta que bz y nf solo son activas en las fases
aguda y crónica temprana (pocos años de duración) de la enfermedad, de
igual manera, hacen notar que la evidencia científica sobre la eficacia
de los fármacos ha llevado a incluir en el tratamiento a adultos en
fase crónica que no presenten una cardiomiopatía avanzada (3-5).
Se encuentra bien documentado que 60% de los
tratamientos resultan eficaces durante la fase aguda de la enfermedad y
se describe que estas terapias son eficaces en el tratamiento de niños
que adquieren congénitamente la infección. Sin embargo, existe la
necesidad de desarrollar nuevas opciones profilácticas y terapéuticas
para la prevención y el control de la enfermedad.
Existen estudios sobre fármacos alternativos
a bz y nf, de posible utilidad en la enfermedad crónica, como el
Posaconazol y Rabuconazol, ambos en fase de prueba y aunque se han
probado más de 100 productos experimentales con diferentes estructuras
químicas, únicamente algunos de ellos han completado los estudios de la
fase preclínica con éxito relativo, debido a que muchos de ellos han
demostrado inducir resistencia en el parásito. También, se ha probado
un gran número de derivados de productos naturales, muchos de ellos
utilizados en prácticas de la medicina tradicional, que podrían
considerarse como nuevas opciones de tratamiento (3).
El agente tripanocida ideal debe ser
selectivo y actuar sobre las formas intra y extracelulares; de forma
rápida, para impedir la evolución hacia la fase crónica; su
farmacodinamia debe alcanzar niveles efectivos tripanocidas de
concentración del fármaco en el plasma sanguíneo, en fluidos biológicos
y en tejidos, no debe inducir resistencia del parásito al medicamento y
debe, además, ser de bajo costo y fácil disponibilidad (4).
El criterio de cura es la persistencia de
resultados serológicos negativos, sin embargo, toma mucho tiempo la
reducción de los títulos de anticuerpos específicos utilizando
serología convencional posterior al tratamiento de pacientes crónicos y
las pruebas utilizadas para la detección del parásito en esta fase,
muchas veces, carecen de sensibilidad. En los últimos años, se utiliza
la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) como herramienta para
detectar parásitos en sangre de estos pacientes, sin embargo, los
resultados negativos no garantizan que los pacientes se hayan curado,
sin embargo, a falta de biomarcadores eficaces, la PCR es, al día de
hoy, la estrategia utilizada.
Dado que, actualmente el riesgo de infección
por T. cruzi se ha propagado a otros continentes,
además de América Latina, a pesar de las medidas de control vectorial y
que el tratamiento se considera insatisfactorio, pues aún no se cuenta
con fármacos idóneos y efectivos contra la fase crónica, es
verdaderamente un reto y se hace necesario contar con nuevas
alternativas de tratamiento específico e inocuo para ésta fase de la
enfermedad. Por lo tanto, se hace necesario sumar esfuerzos propiciando
iniciativas multidisciplinarias y multinacionales para avanzar y
afrontar los retos futuros relacionados con el tratamiento de la
enfermedad de Chagas.
Referencias
1.
Jasso Gutiérrez L. Infecciones congénitas de
baja frecuencia en los neonatos. Algunos aspectos relevantes. Bol Med
Hosp Infant Mex. 2011;68(1).
2. Fumadó V, Juncosa T, Posada P, Fisa R, Gállego M, Gascón J. Chagas pediátrico en zona no endémica. Enferm Infecc Microbiol Clin. 2014;32:293-6.
3. OMS. La enfermedad de Chagas (tripanosomiasis americana). Nota No. 340, marzo 2016.
4. Rodrigues Coura J, de Castro SL. A critical review on Chagas disease chemotherapy. Mem Inst Oswaldo Cruz. 2002; 97:3-24.
5.
Canales Martínez M, Hernández Delgado T,
Caballero Nieto J, Alfonso Romo, de Vivar Romo A, Durán Díaz A, Lira
Saade R. Análisis cuantitativo del conocimiento tradicional de las
plantas medicinales en San Rafael, Coxcatlán, valle de
Tehuacán-Cuicatlán, Puebla. Acta Botánica Mexicana, 2006. 75:21-43. Americana. Boletín
Epidemiológico. SINAVE, SS, México. 16-22 de noviembre del
2014;31-Semana 47.
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